El imperialismo: un poder en las sombras de la crisis política en Brasil
Uno de los sectores patronales que viene jugando pesado en la crisis brasileña es el de las empresas imperialistas. Sus maniobras para ganar posiciones tensan el escenario político, polarizado por el despertar del gigante proletario.
Dos poderes vienen siendo el “batallón de choque” de la crisis política brasileña: el poder judicial y los medios de comunicación. La Corte Suprema y las principales corporaciones mediáticas fueron los grandes protagonistas del golpe institucional (vía el parlamento) que sacó del poder a Dilma Rousseff. También fueron los que lo pusieron a Michel Temer y son ahora los que articulan para sacarlo.
Los intereses que se juegan allá arriba no son uno solo. Desde ya que no son los intereses de los trabajadores y las trabajadoras de Brasil. Pero además, los distintos sectores patronales se ven afectados de diferente manera. Algunos buscan hacerse de porciones de negocios desplazando a otros. Uno de estos sectores patronales que vienen jugando pesado son las empresas imperialistas, y explican parte importante de esta crisis.
Los intereses que se juegan allá arriba no son uno solo. Desde ya que no son los intereses de los trabajadores y las trabajadoras de Brasil. Pero además, los distintos sectores patronales se ven afectados de diferente manera. Algunos buscan hacerse de porciones de negocios desplazando a otros. Uno de estos sectores patronales que vienen jugando pesado son las empresas imperialistas, y explican parte importante de esta crisis.
El factor económico
La crisis económica es un factor central de la crisis política. Brasil tuvo un crecimiento altísimo durante los dos primeros mandatos del PT, pero los efectos de la crisis capitalista mundial finalmente le tocaron la puerta. Brasil cayó en la peor depresión en un siglo. Y cuando la torta de las ganancias capitalistas se achica los patrones hacen dos cosas: se unen para exprimir más a los trabajadores y se pelean entre ellos por las tajadas que quedan.
El “se unen contra los trabajadores” se trata de un plan macabro de quita de derechos, que empezó con Dilma y se profundizó con Temer, basado en la precarización del trabajo, la reducción de gastos sociales y de la jubilación y la ampliación de la tercerización. En este punto las patronales habían cerrado filas en la figura de Temer.
Sin embargo, el “se pelean entre ellos” se agudizó. Si bien todos reconocen la disposición de Temer a ser el presidente más odiado de la historia con tal de pasar las reformas antiobreras, su plan se alinea con los intereses de un sector del capital extranjero que busca desplazar a las grandes empresas brasileras que pegaron un salto durante la década lulista de la mano de las obras públicas y con el incentivo por parte del Estado a través del BNDES, el banco nacional de desarrollo.
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